Las olas chocan contra las piedras, donde descansa aquél, bajo el tenue calor de los rayos del sol. En el horizonte se ven los matizes del amarillo, naranjo, rojo.. El cielo refleja un lindo cielo morado, vaya combinación de colores.
Sus manos se apoyan en sus rodillas dobladas en su pecho, el pelo baila al compás de la brisa, los ojos se diminutan para poder guardar en su memoria aquél espectaculo digno de admirar.
Su boca recita algunas palabras que ella le dijo hace algunos días, la repetición exacta lo hace temblar de pies a cabeza, o quizás sea el frío que comienza a hacer por el atardecer. Prefiere guardarse en la ilusión de que es provocado por su recuerdo.
Esos ojos como dos pozos negros llenos de dulzura y que guardan tantos sentimientos no lo dejan tranquilo, no se van de su cabeza.
De sus propios ojos comienzan a caer gotitas saladas, como el agua del mar que se reflejan ahora en sus lágrimas. Las manos se retuercen sobre sus piernas. La desición se coloca junto al recuerdo de ella.
Aquél se levanta y sigue el mismo camino que su amada le trazó, para encontrarse con ella en un frío paraiso donde el mar siempre los rodea.
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